PEQUEÑAS TAREAS

 

Como pequeñas flores del esfuerzo.

Nos distraen

de estar todo el tiempo pensosos,

con esa desazón sin nombre

que ni siquiera es estado de ánimo,

mas propensa al desánimo –

tiempo

que se arremolina en sí mismo

y no encuentra salida.

 

Una lista menuda

–siempre

tenemos a mano esas obligaciones tranquilas,

amables.

Cambiar una lámpara,

arreglar un sencillo mecanismo,

llamar a Futano y preguntar, pedir, acordar…,

pagar un recibo, comprar un artículo o dos

de mucha utilidad pero pequeña.

 

De mucha utilidad pero pequeña;

como astros que la insondable magnitud del universo

hace pequeños, casi insignificantes,

con pequeñas auroras, mareas, vientos que se alejan,

tornasoles fríos de ocasos nunca vistos.

Lo pequeño, lo inconmensurable.

 

Y al final de la lista,

como un nuevo y viejo Finisterre

al borde del abismo

otra vez tú concertando

el bramido de nueva y repetida espuma,

el tiempo que, de momento,

se ha desenroscado y transita,

toma color de ánimo, de estampa

meteorológica.

 

COMO QUIEN LLEVA UN FAROL PARA ALUMBRARSE

 

En la hora agria del retornar del día,

por el crepúsculo que huye de calles trasnochadas,

vas, voy

con el frágil paquete de pasteles

melindrosamente cogido del cordel.

Es el umbral tal vez de la otra vida

en la que te dispones a entrar con tu viático.

Vas a una cita en las sombras

que despeja la claridad del día.

Es el momento justo

antes de que desaparezcas.

Luego se impone el mundo y el sol quema

hasta la última huella de tus pasos.

 

I

PANGEA

 

Supongamos que el alma

fuera como un puñado de arena

que el cuerpo contiene como un tarro.

Deformable, común.

Cada grano minúsculo sería

una intuición del alma:

el celaje en la tarde de esta primavera ardiente,

la lluvia, un amor, la mirada 

vacía sobre un muro…

Si liberáramos el alma,

vaciáramos el tarro, lo rompiéramos,

no iría a parte alguna por sí sola,

se quedaría ahí mismo derramada, paciente

o llevada por el viento y la fuerza de gravedad

iría a mezclarse con otras arenas, tal vez las

abisales almas del océano.

La mezcla resultante, la suma de almas

¿perdería entidad? Si la congoja de Edipo

al descubrir su linaje se aplacara

junto a una escena de ocio estival en la playa

(la metafísica cambia sólo de escenario)

¿dejarían las respectivas almas de ser alma,

materia espiritual 

deformable, común?

Ahora sabéis del tarro que contiene

todas las esencias.

 

 

II

UN COSMOS SIN SILENCIO

 

En los cráteres de la luna,

los cañones de Marte,

las dunas de Titán

no hay ningún alma.

Las fotografías de satélites,

las revelaciones fotográficas del Hubble

comprometen nuestra visión del mundo.

Un mundo habitado en un cosmos sin alma,

bello, abstracto, incomprensible.

En las nubes interestelares nacen estrellas nuevas,

enjambres de estrellas que alimentan 

invisibles agujeros negros.

Colisionan galaxias, se retuerce y palpita

el espacio-tiempo:

 

En 1995, durante la misión Euromir 95, poco antes de una EVA (Extra Vehicular Activity), el astronauta Thomas Reiter miraba por la escotilla de su nave Soyuz TM, y tras dejar sonar en su mente unos compases de Space Oditty (…and there’s nothing I can do.), permaneció abstraído unos instantes y pensó:

 

cuatro dimensiones sin mitos,

sin el lejano ladrido callejero de un perro,

sin silencio.

 

LA VERDAD ES UN ESTADO MENTAL

QUE DESBORDA LA CONCIENCIA

 

 

vivo fucsia tenebroso en capullos

desgajado blanco helicoidal

erizadas lenguas

muchachas

quimeras

ribera paraíso del asfalto

cabecean al paso de los coches

 

la mañana la ultra gran quimera

cuyo enigma es el sol

 
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