L u i s   V e l á z q u e z   B u e n d í a

 

Nací en Madrid en el 57. Mi dedicación a la poesía, y a la literatura en general, comienzan en mi adolescencia. Nada de antecedentes familiares ni educación literaria en casa, de hecho estudié Ciencias, como se esperaba de mí. Mi primer encuentro memorable con la poesía fue con San Juan de la Cruz a los quince años, gracias a aquel resabiado y culto profesor gaditano, escritor él y cuyo nombre lamento no recordar, que con sus desinhibidos y sabrosos comentarios atrajo mi atención y me hizo descubrir un mundo nuevo. Los enamoramientos de la adolescencia fueron un buen caldo de cultivo para que germinara en mí la necesidad de escribir. Y desde entonces ya no paré.

Estudié, como he dicho, ciencias, y me licencié en Medicina, lo que me sirvió para vivir. Más tarde, ya con alguna experiencia como escritor, quise completar mi formación y estudié Filología Clásica, que nunca ejercí.

Publiqué tarde. Lo intenté siendo joven pero sin mucha intención. Siempre he permanecido al margen de los grupos literarios y ello me ha dificultado salir adelante. Pero ya pasados los cuarenta me empeñé en sacar a la luz mis poemas y a fuerza de buscar encontré editores que reconocieron mi trabajo.

Paul Celan y Wallace Stevens me han alimentado especialmente. En general la poesía norteamericana (Ashbery también ocupa un puesto relevante y meto en ese saco igualmente a Eliot y Pound) me ha atraído con preferencia. Hay muchos nombres, claro está, de fuera y dentro de mi país. Entre estos últimos resaltaría al último Juan Ramón y a Cernuda. Vallejo es muy grande entre los transatlánticos. Y no olvido a Rilke entre los europeos. Y si retrocedemos en el tiempo el romanticismo inglés y los franceses después de Lautréamont también sembraron mis ideas, junto con Hölderlin.

También soy lector de filosofía. Los filósofos me ayudan a hacer más grande el mundo y más rica la realidad. Siempre quise reflexionar desde dentro de la poesía. Creo que se advierte fácilmente en mis poemas ese logos reflexivo; pero siempre vuelvo a la realidad sensorial, el mundo, mi mundo, nuestro rico, complejo e inacabado mundo.

He escrito también algo de prosa, que reconozco es una disciplina bastante diferente a la poesía. Y he disfrutado además de la fotografía y el vídeo. Toda obra creativa se enfrenta a similares retos y alivia igualmente nuestra incurable insatisfacción espiritual. El hecho de que la poesía utilice como herramienta y en su tono más elevado nuestra forma de proyección en el mundo más compleja, el lenguaje, supongo que la hace especial de algún modo difícil de determinar.

Antologías

 

La musa funámbula. La poesía española entre 1980 y 2005, de Rafael Morales (Huerga y Fierro, 2008).

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